lunes, 23 de mayo de 2011

DISCRIMINACION DE GENERO Y UNO DE LOS AMBIENTES

Para empezar la discriminación se refiere al acto de hacer una distinción o segregación
que atenta contra la igualdad. Normalmente se utiliza para referirse a la violación de la
igualdad de derechos para los individuos por cuestión de orientación sexual o por razón
de género.


La Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación (1993) considera
discriminación a toda distinción, exclusión o restricción que, basada en el origen étnico o nacional, sexo, edad, discapacidad, condición social o económica, condiciones de
salud, embarazo, lengua, religión, opiniones, preferencias sexuales, estado civil o
cualquier otra, tenga por efecto impedir o anular el reconocimiento o el ejercicio de los
derechos y la igualdad real de oportunidades de las personas.

Los causantes de la desigualdad de las mujeres en el ejercicio de sus derechos son
muchas veces invisibles, ya que están profundamente arraigados en las relaciones
sociales tanto públicas como privadas. Reconocer esta discriminación arraigada
constituye un paso esencial hacia la implementación de las garantías de no
discriminación e igualdad.

La discriminación de género implica que no se otorgan iguales derechos,
responsabilidades y oportunidades a hombres y mujeres. Actualmente, la discriminación
de género se puede observar en la violencia cotidiana hacia las mujeres, la
discriminación laboral, la falta de acceso a ciertas posiciones laborales, a la educación, a
la propiedad privada, entre otras.

Las diferencias de género están relacionadas con las diferencias de sexo, en el sentido
que las diferencias biológicas, por ejemplo la diferencia de fuerza física, coloco
históricamente a la mujer en una situación de inferioridad física y de menor poder en las
sociedades, lo que origino la discriminación de género.
Ambientes donde percibimos la discriminación de género

AMBIENTE DE DISCRIMINACION ANALIZADO

En el trabajo

Específicamente en nuestro país y en materia laboral la discriminación basada en
el sexo o género de los trabajadores es, a mi juicio, la más frecuente en nuestro
mercado de trabajo. Ello, porque nuestra cultura laboral no ha podido desprenderse
aún de los cánones machistas y, a pesar de la creciente incorporación de la mujer al
mundo del trabajo y de los positivos efectos que ésta trae aparejados, subsisten las
diferencias de oportunidades y de trato, tanto en el acceso al empleo, como en materia
de remuneraciones y condiciones de trabajo.

La educación juega un papel muy importante a la hora de lograr una mayor igualdad
en la vida laboral. Una mujer educada se aleja de la posición sumisa que facilita la
asunción de la desigualdad como algo irremediable. Accede a mejores trabajos, posee
una mayor independencia del hombre, etc. Es un hecho, que en las sociedades en las que
las mujeres tienen acceso a la educación, la brecha de desigualdad disminuye.
Sin embargo nuestro sistema de educación presenta ciertas características que juegan en
contra de la búsqueda de la igualdad, ya que la discriminación por género en el mundo
laboral es producto no sólo de mecanismos propios del mercado, sino que también en
esto participa la formación escolar. De hecho, el sistema escolar no sólo reproduce
la desigualdad social sino también la desigualdad de género. Aunque el sistema
educacional garantiza la paridad de mujeres y hombres en el acceso a la educación y
pese a la existencia de escasas diferencias formales en los programas educativos para
hombres y mujeres, en la escuela continúan existiendo mecanismos de reproducción de estereotipos y prejuicios de género, así como también de prácticas sexistas.

Esto contribuye, posteriormente, a acentuar las desigualdades entre hombres y mujeres en
el mundo del trabajo remunerado. Es necesario tener en cuenta el papel de la escuela
en la socialización de género, para explicar las desigualdades que ocurren en la vida
adulta en desventaja de las mujeres. A pesar de los intentos de la escuela por visualizar
a las mujeres en el espacio público, realizando cambios en el lenguaje y en las imágenes
de textos escolares, se tiende a invisibilizar las labores domésticas, desincentivando la
redistribución de roles entre los géneros. No existen, por lo tanto, contenidos explícitos
para promover la igualdad entre hombres y mujeres, lo que repercute posteriormente en
el mundo laboral. En consecuencia se debe realizar aun más cambios en la manera de
educar a nuestros niños si queremos alcanzar mayores niveles de igualdad.